MADRID 20 Nov. (EUROPA PRESS) -
Cristina García Rodero ha presentado este lunes su nuevo libro, 'Ser fotógrafa, un regalo de la vida' (JdeJ Editores), donde plasma en 176 páginas más de 150 imágenes de los viajes que ha realizado en 50 años como profesional, y ha reivindicado una profesión que se realiza con "mucha dedicación, esfuerzo, pasión y sacrificio".
"Hay verdadera necesidad entre los fotógrafos de que se nos publique, de que se nos vea, de que se nos escuche y de que se nos valore el trabajo que hacemos con mucho esfuerzo, con mucho sacrificio, con mucha dedicación, con mucha pasión", ha asegurado la fotógrafa durante la presentación de su libro en Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Callao (Madrid).
García Rodero, que ganó el Premio Nacional de Fotografía en 1996, ha lamentado que "si un fotógrafo no tiene un libro, no es nadie, nadie lo conoce" y ha agradecido el "regalo" que la editorial JdeJ Editores le ha hecho al darle la oportunidad de publicar sus imágenes porque "muchas de ellas no se van a ver nunca".
La fotógrafa ha criticado que en España aún no haya un Centro Nacional de la Fotografía y que hay pocas becas para los profesionales.
"Vamos muy por detrás de muchísimos países que son económicamente mucho más pobres que nosotros, como México, donde hay un Centro Nacional de Fotografía hace más de 30 años, con buenas exposiciones, con buenas publicaciones, con buena pedagogía, con buenos talleres, por eso hay esa cantidad de buenos fotógrafos en México", ha explicado.
García Rodero ha compartido la dificultad que entraña la profesión porque, como ha relatado, "hay que estar muy atenta porque en un segundo puede cambiar todo", aunque añade que los avances tecnológicos permiten "más facilidades". Asimismo, ha confesado que su "motor" de trabajo es la emoción y las imágenes que menos le gustan son las de los "sadomasoquistas". "Lo que más me choca es la gente que percibe el dolor como placer", ha agregado.
Entre las imágenes, la autora ha destacado las fotografías de India con especial importancia a las del festival de los colores, Holi; las de la serie 'con la boca abierta'; o una imagen de una madre velando el cuerpo del hijo menor fallecido. "Fue la foto que más trabajo me ha costado hacer y más estúpida me he sentido por estar allí, aunque a la vez también privilegiada. Era un momento tan íntimo de dolor y fui testigo de lo que estaba pasando. La madre estaba muerta de dolor" ha relatado.
En este libro también hay espacio para sus trabajos de guerra, una faceta menos conocida de la autora. En 'Ser fotógrafa, un regalo de la vida' muestra sus imágenes tanto en Georgia como en Kosovo, dos zonas que estaban en conflicto bélico en ese momento.