Publicado 13/11/2024 11:01

Infosalus.- Experta reclama la presencia de autoinyectores de adrenalina en espacios públicos, como sucede con los desfibriladores

Archivo - Inyectores para la anafilaxia, alergía alimentaria.
Archivo - Inyectores para la anafilaxia, alergía alimentaria. - CARRIECAPTURED/ ISTOCK - Archivo

MADRID 13 Nov. (EUROPA PRESS) -

La investigadora María Gasset, del Instituto de Química-Física Blas Cabrera, centro dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha reclamado la presencia de autoinyectores de adrenalina en espacios públicos, como lugares de tránsito o centros escolares, del mismo modo que sucede con los desfibriladores, para prevenir los ingresos por anafilaxia inducidos por alergias alimentarias.

Así lo ha indicado Gasset este miércoles en la IV Jornada de Formación Científica para Periodistas 'Ciencia al Día: Alergias alimentarias, avances en investigación y perspectivas futuras', llevada a cabo por la Fundación PharmaMar en colaboración con la Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS).

La química ha apuntado a su vez que ayudaría mucho a las personas alérgicas un "avance" en el etiquetado de los alimentos que reduzca el "miedo" a viajar que tienen muchos de ellos, producido por la inseguridad de no saber si podrán comer en lugar de destino. A este respecto, ha explicado que la norma sobre cuáles son los alérgenos que debe recoger el etiquetado y los símbolos con los que deben atribuirse son diferentes en cada país. "Esto quiere decir que si nos vamos de Madrid a Japón nos podemos encontrar con un etiquetado totalmente distinto", ha indicado.

Otro de los desafíos que quedan por afrontar es "educar y entrenar" al entorno de la persona alérgica, algo especialmente relevante en el caso de los menores alérgicos, que dependen en mayor medida de sus cuidadores. Este 'entorno', según ha detallado Gasset, incluye a la familia, al colegio y al ámbito social en su conjunto. "Si tienes un niño alérgico, ese niño alérgico tiene derecho a ir a comer fuera, a una fiesta, al colegio, a viajar, y hay que dar una seguridad", ha detallado.

Todo ello está encaminado a prevenir riesgos, teniendo en cuenta el "notable" incremento de casos de alergias alimentarias que se ha producido en los últimos 20 años. Sobre este asunto, Gasset ha destacado que "determinar cómo, cuándo y dónde (se está dando este aumento) es difícil" debido a las distintas formas de medición. No obstante, ha apuntado que, atendiendo a los ingresos en UCI por anafilaxia, la cifra estimada se sitúa entre el cinco y el ocho por ciento de incremento.

En concreto, ha expuesto diversos estudios realizados en varios países que recogen que, por ejemplo, en Australia los ingresos por anafilaxia en niños habían aumentado hasta cinco veces entre 1994 y 2004. En Hong Kong, otro estudio indica una duplicación de ingresos entre 2008 y 2018. Mientras, en España, un estudio publicado en 2015 revela que los ingresos habían aumentado hasta un cinco por ciento en la franja de menores de un año.

Para María Gasset, las posibles causas de este ascenso de casos de alergia alimentaria se centran en cambios en la dieta, alteraciones en la microbiota intestinal y la incorporación de mayores hábitos de higiene.

En este sentido, ha descrito que "como especie, fuimos diseñados con un ejército de defensa para minimizar el impacto de las heridas y provocar la curación de las mismas". Sin embargo, tal y como ha señalado, el uso de antibióticos, cicatrizantes y otros productos similares ha reducido la capacidad de este 'ejército'. Asimismo, se han producido cambios en el metabolismo debido al paso de una vida nómada a otra sedentaria. "Entonces, hemos alterado nuestro mecanismo de defensa, lo hemos dejado ahí, en 'stand-by'", ha subrayado.

Igualmente, esta transformación del modo de vida ha introducido en la dieta nuevos alimentos ultraprocesados y bebidas carbonatadas que han modificado la microbiota. También se han producido otros cambios, como un aumento de la higiene, que implica mayor exposición a geles, a detergentes, etc., que ha supuesto al mismo tiempo el contacto con moléculas nuevas.

AVANCES EN EL DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO DE LAS ALERGIAS

La investigadora ha explicado que las alergias son un tipo de reacción adversa a los alimentos, son reacciones inmunológicas rápidas mediadas por inmunoglobulina E (IgE). Pueden ser episódicas, como puede ser el caso de la alaergia a la leche o al huevo, o persistentes, como sucede en el caso del pescado o el cacahuete. Si se da una reacción leve o moderada, sus síntomas pueden incluir urticaria, dolor abdominal, vómitos o diarrea. Mientras, en los casos graves esta cursa con anafilaxia, que puede resultar letal.

Según ha señalado, en la actualidad, se considera que hay nueve alimentos que causan el 90 por ciento de las alergias: leche, huevo, pescado, marisco, cacahuete, frutos secos, soja, trigo, sésamo. En el caso de España, la mayoría de alergias se atribuyen al melocotón -como secundario de una alergia al polen-, al pescado y marisco en las zonas de costa -como secundarios a una alergia a los ácaros-, y a la leche y los huevos.

Para llevar a cabo un diagnóstico clínico de alergia alimentaria, ha puntualizado que existen diversas pruebas. Estas serían una revisión de la historia médica, un análisis de los nivees de IgE, la activación de basófilos, la prueba cutánea y la prueba oral doble ciego controlado con placebo.

Por otra parte, Gasset ha celebrado la introducción de terapias emergentes para tratar las alergias ya que, según ha señalado, hasta hace cinco años "todo se basaba en dietas de evitación". Así, ha detallado que ahora las sociedades científicas se han puesto de acuerdo en recomendar la introducción temprana de todos los alimentos sólidos en neonatos, que la madre se exponga de forma completa a la comida durante la gestación y la lactancia, y también aconsejan la suplementación de vitamina D y ácidos grasos omega-3.

Otra de las terapias emergentes destacadas por Gasset ha sido la inmunoterapia oral o escalera de desensibilización, que consiste en ir exponiendo al paciente a dosis crecientes del alérgeno. La científica lo ha ejemplificado con una persona alérgica al pescado. En su caso, se la expondría una semana a caldo de pescado, luego a pescado enlatado, como el atún que contiene poco alérgeno. Si esto no provoca reacción, la persona seguiría subiendo escalones hasta llegar a ser capaz de comerlo y, en caso contrario, volvería al paso anterior.