MADRID 9 Dic. (EUROPA PRESS) -
El investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Fernando Valladares ha advertido sobre la "creciente" lista de patógenos que amenazan la salud y la "fiesta del progreso", todo ello propiciado por el aumento de las enfermedades metabólicas, los cambios de estilo de vida o la resistencia a los antibióticos por parte de muchas bacterias.
Valladares ha explicado las tres transiciones históricas que han marcado la relación de los humanos con las enfermedades infecciosas, siendo la primera la que llegó con la domesticación de plantas y animales en el Neolítico, que trajo consigo un aumento de alimentos disponibles y una mayor fecundidad entre las mujeres y, con todo ello, un crecimiento demográfico y también un aumento de la proporción de personas enfermas; mientras que la segunda ocurrió en los siglos XIX y XX, y se basó en la mejora de la higiene urbana y las cada vez mayores intervenciones médicas y de salud pública, que permitió controlar lo peor del déficit nutricional, la morbilidad y mortalidad por enfermedades infecciosas.
La tercera transición, en la que la humanidad se encuentra actualmente "con una salud muy amenazada y una lista creciente de patógenos que nos arruinan la fiesta del progreso", supuso la erosión del incremento demográfico ocurrido en periodos anteriores debido al aumento de las enfermedades metabólicas y al estilo de vida, a la resistencia a los antibióticos de muchas bacterias y a las enfermedades infecciosas emergentes, según un comunicado del CSIC.
Es por ello por lo que ha criticado el enfoque de "contención y control" de la enfermedad, cuando se debe "reducir" el riesgo de que surjan las pandemias, algo que se puede lograr a través de una "naturaleza bien conservada".
"Nuestro enfoque habitual se basa en la contención y el control después de que ha surgido la enfermedad y en el desarrollo de vacunas y tratamientos sanitarios, en lugar de reducir el riesgo de que surja una pandemia; sin embargo, la mejor estrategia, la más eficiente, la más sostenible y, sorprendentemente, también la más viable, es rodearnos de ecosistemas saludables, funcionales y ricos en especies (...) algo tan obvio que se nos olvida o no queremos verlo", ha añadido.
Asimismo, ha expresado que la pandemia de Covid-19 fue la primera del siglo XXI pero no la última, pues "la coexistencia con los microbios va para largo y quizá sería bueno aceptar que podrían ser cruciales para hacernos encajar nuestra civilización dentro de los límites naturales del planeta".
El especialista, que ha publicado el libro 'Las pandemias' (CSIC-Catarata), ha recordado que, cuando un patógeno se establece en un organismo humano, "tiene a su disposición a 8.000 millones de seres humanos susceptibles y miles de oportunidades para cruzar el planeta de una punta a otra cada día".
INMUNIDAD DE PAISAJE PARA PREVENIR PANDEMIAS
De hecho, ha afirmado que existen en torno a 1,7 millones de virus en mamíferos y aves que aún son desconocidos, y que al menos la mitad de ellos podrían ser capaces de infectar a los humanos, algo que puede ser impulsado precisamente por actividades como la deforestación y degradación de los ecosistemas, la expansión e intensificación agrícola y ganadera, o el comercio y consumo de vida silvestre.
Es por ello por lo que ha insistido en la "inmunidad de paisaje", que consiste en conservar ecosistemas funcionales y ricos en biodiversidad, pues estos "evitan que las infecciones lleguen a dispararse", y es que "la biodiversidad actúa como un regulador demográfico de las especies peligrosas por portar patógenos compatibles con los humanos".
La presencia de especias "distintas pero lo bastante similares" como para compartir patógenos también permite diluir la cantidad total del mismo, reduciendo los riesgos de que salte a especies evolutiva o funcionalmente alejadas.
En relación a ello, la diversidad genética dentro de una especia también funciona como "mecanismo protector", como en el caso del Covid-19, en el que "no hubo dos humanos que sufrieran" la enfermedad "de la misma manera", todo ello gracias a la "amortiguación de la enfermedad, que es una disminución del impacto de una epidemia, asociada a la diversidad genética dentro de una especie".
La importancia de la prevención del salto de patógenos cobra más importancia por la dificultad de "dónde y cuándo saltará una nueva pandemia", en la que también influyen factores sociales.
"Es preciso llegar a los factores sociales relacionados con toda enfermedad grave y global porque la pobreza, el acceso a la vivienda, la educación y el empleo determinan la salud de la población y la hacen más resistente o más propensa a una infección", ha argumentado el científico.
Valladares ha pedido igualmente una revisión del pasado para encontrar las claves actuales, pues "las pandemias han empujado nuestra historia y nuestra evolución como especie, y han supuesto siempre un desafío que ha forzado desarrollos sociales y tecnológicos sin precedentes", tras lo que ha puesto el ejemplo de la pandemia justiniana del siglo VI, que contribuyó a la caída del Imperio romano y al nacimiento de una nueva sociedad, a las pandemias de la peste, que fueron la antesala de la salud pública moderna, y las epidemias de cóleras, que harían surgir la epidemiología.
"Del mismo modo que se estudian los rumbos de cuerpos extraterrestres o interestelares que puedan entrar en la atmósfera terrestre y suponer un grave riesgo para los humanos, con una investigación multidisciplinar y una inversión económica sostenida durante años, es factible reducir el impacto de las pandemias que aún están por venir", ha agregado.
APRENDER DE LOS MURCIÉLAGOS
Por otro lado, el investigador ha instado a "aprender" de los murciélagos, que "llevan coexistiendo con los virus de forma intensa y sostenida durante mucho tiempo", pues "la mayoría vive en extensas colonias y todos permanecen hacinados gran parte del día, es decir, viven en condiciones ideales para el contagio y la trasmisión de patógenos".
Tras ello, ha explicado el porqué de su "potente respuesta inmune" incluso cuando se les inoculan virus de forma experimental, y tiene que ver con los interferones, un grupo de proteínas señalizadoras que son producidas por las células anfitrionas como respuesta a la presencia de diversos patógenos y células tumorales.
"El número de tejidos en los que los murciélagos generan interferones es mucho mayor que en los demás mamíferos", ha resaltado Valladares, que también ha hablado sobre la longevidad de los murciélagos, que pueden llegar a vivir 40 años, y tiene que ver con su capacidad de controlar la inflamación.
Esta habilidad les protege del envejecimiento, y es que la inflamación "se dispara por virus, bacterias, células senescentes y productos que se generan al romperse o dañarse las células, y los murciélagos han encontrado diversas formas de mantener a raya este proceso".